Como el Dios de Agustín de Hipona, que vive en la eternidad (es decir: fuera del tiempo), las obras de Sapia son eternas, no porque vayan a durar mucho, sino porque no duran: están más allá de la temporalidad.
Son condensaciones de sentido. Pura potencia. Pura tensión hacia otra cosa.
Son puentes. Estamos de este lado del camino. Nos invitan a arriesgarnos a cruzar. Del otro lado nos espera el sueño: lo que no sabemos, lo que nos arrebata, lo que tememos. Lo que nos fascina.

Daniel Molina